A finales de julio recorrimos el camino portugués. Este camino histórico es el que transitaban los peregrinos portugueses que se encaminaban a Santiago de Compostela para rezar ante los restos mortales del apóstol Santiago. Lo realizaban con sentido penitente y con lo justo para sobrevivir.

IMG_1192Tomando el ejemplo de los peregrinos portugueses comenzamos nuestro camino desde Tuy, un pueblo situado en la frontera Portuguesa, a un poco más de 100 kilómetros de Santiago, los reglamentarios para ser considerado peregrino y recibir la compostelana.  Caminamos cinco etapas de una media de 22 kilómetros por día. La dinámica diaria era siempre la misma: madrugar, desayuno rápido, mochila al hombro y comenzar a andar siguiendo las flechas amarillas al grito de ¡Ultreia!, que es lo que se decía antaño para desear suerte en el camino. Nuestro recorrido pasaba por lugares importantes en España, de gran riqueza cultural, como es Tuy con su Catedral románico-gótica, Pontevedra o Padrón, el famoso pueblo de los pimientos que no nos resistimos a probar y dimos cuenta del famoso dicho: «pimientos de Padrón, unos pican y otros no», además es dónde nacieron Rosalía de Castro y Camilo José Cela. También disfrutamos de una gran riqueza gastronómica destacando, como no, el pulpo á feira (a la gallega). Además de hermosos paisajes por la Galicia más rural y de la hospitalidad de sus habitantes, siempre al servicio del peregrino. El camino también tuvo su parte ardua, los kilómetros se acumulaban en las piernas y el desgaste físico aumentaba. Las ampollas salían en los pies, pero el dolor no importaba, había que llegar a Santiago. Todos estos esfuerzos se vieron recompensados.

Llegamos a las 15:00 de la tarde con el clásico calabobos gallego. Lo mejor fue dar el abrazo al santo en su «casa», cómo se le llama a la Catedral. Cuando llegas a Santiago te das cuenta de la gran experiencia que has vivido, de que has recibido mucho y que además el camino no ha acabado, sino que acaba de empezar.

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