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La aventura comenzó el sábado 17, día en que pusimos rumbo a Algeciras. Y llegamos a Ceuta. Allí nos esperaría la primera parte de nuestro voluntariado en el Centro de Día San Antonio que acoge a personas inmigrantes que esperan su traslado a la península. Mientras pasan su estancia en el C.E.T.I. (Centro de estancia temporal de inmigrantes), San Antonio les ofrece un espacio para el esparcimiento y la formación: sus voluntarios ofrecen clases de español, de informática, manualidades y otras muchas actividades de tiempo libre.

Fueron cuatro días intensos en los que adquirimos confianza unos con otros y se creó un clima muy familiar. Aprendimos mucho más acerca de la realidad que padecer las personas inmigrantes, no solo tras cruzar la valla, sino durante su largo recorrido por África y durante su estancia en Marruecos en los meses previos a su paso. Cada persona es una historia, y cada historia persigue un sueño: nosotros tuvimos la suerte de conocer a esas personas y de formar parte de su historia.

La segunda parte de nuestro voluntariado tendría lugar en la ciudad marroquí de Tánger ayudando en Casa Nazaret, centro para personas con discapacidad física dirigido por los Hermanos de la Cruz Blanca. Disfrutamos organizando sus actividades de tiempo libre y nos acercamos a la problemática de un colectivo en una situación de enorme exclusión social.

Ha sido un viaje inolvidable conociendo a personas con vidas y sueños a los que merece la pena contribuir. También a personas que trabajan a su servicio con completo desinterés y enorme sensibilidad.

Nada como estar cerca de los problemas para comprenderlos bien. Quizás por algo será que decía Machado que “todo lo que se ignora, se desprecia”.

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